El Primer divorcio gay de la historia humana
Jorge
Trimboli
La joven mujer exhaló el último
suspiro en el lecho del hospital rodeada de sus seres queridos y murió.
Su madre lloraba inconsolablemente.
Algunos amigos lloraban, otros cuchicheaban entre ellos.
El
organismo debilitado de la joven, ahora inerte, no resistió a las infecciones
oportunistas y entró en colapso generalizado.
Esta escena es muy común en algunos
hospitales brasileños donde miles de pacientes de SIDA luchan para sobrevivir y
terminan muriendo sin glorias ni honores.
No era el
caso de esta joven mujer. Murió laureada de
loores, glorificada por la prensa, por los grupos de derechos humanos, exaltada
por la poderosa red de televisión, por la Internet, por muchos artistas, por
los travestís y por todos los simpatizantes de la causa gay.
Ella era la
primera divorciada de un casamiento gay en la historia del mundo moderno. Una
victoria social doble según la óptica de los progresistas. Ella se casó en el
registro civil con otra mujer y después de amargar varias “infidelidades
conyugales” y violencia doméstica, se divorció convirtiéndose en la primera
divorciada gay del planeta. Murió con apenas 34 años de edad.
Los medios
de comunicación habla poco sobre las enfermedades sexualmente transmisibles
entre lesbianas. Para ser más exacto, los medios
casi no hablan de los problemas de salud de los homosexuales, hacen de cuenta
que no existen. El panorama cambia cuando conversamos sobre este asunto con los
médicos, las enfermeras, los asistentes sociales, los sacerdotes y los pastores
evangélicos que atienden a los enfermos en los hospitales. Curiosamente, nadie
hace “marketing” con lo que estos héroes anónimos saben.
Desde su adolescencia esta mujer
sufrió varias infecciones originadas en su conducta sexual sin que haya sido
una prostituta, sino apenas una joven lesbiana compatible con el padrón de las
telenovelas e de las películas brasileñas: una lesbiana “normal”.
Ella tuvo la clamidia, el herpes y
la gonorrea por reiteradas veces.
Con su sistema inmunológico
debilitado, se contagió con el virus del SIDA de una manera que las
estadísticas insisten en negar que sea posible y después de luchar mucho, murió
con su nombre publicado en todos los periódicos nacionales e internacionales.
La presentaron como una nueva Juana
De Arco, una invención chiflada de los marketineros, que les pareció genial
asociar a la pequeña pastora de Domrémy con la primera lesbiana divorciada del
mundo. No se como, pero se atrevieron. Y las masas como siempre, se lo
creyeron.
Su muerte
motivó los mismos actos sociales de siempre: misas, minutos de silencio,
paseatas solidarias y discursos que recordaban a la joven mártir, la primera,
la valiente, una Brasileña con B mayúscula, gritaban los defensores
fanatizados.
Fue fundada una ONG para apoyar a
las víctimas de la violencia doméstica de los matrimonios gay.
Vale decir, nada cambió después de
la legalización del casamiento homosexual. Y para peor, el presupuesto público
se quedó más caro por los costos de las nuevas comisarías especializadas en
violencia doméstica gay. El número de divorcios aumentó considerablemente
después que publicaron la historia de la nueva heroína.
Después de
“desencarnar”, como dicen algunos espiritualistas, ella entró en un túnel
oscuro. No sentía los dolores vaginales crónicos
de la clamídia, ni las terribles jaquecas por la alta fiebre del SIDA. Ella se
sorprendió al notar que continuaba consciente después de haber muerto.
Entonces
caminó por el famoso túnel oscuro oyendo un sonido grave, compasado, muy
parecido al sonido de la música electrónica de un club nocturno. ¡Pumchi-pumchi-pumchi-pumchi!
Mientras
caminaba en dirección a la luz en en final de túnel, la “música electrónica”
era más intensa, resonando en el suelo y la paredes. Era
un barullo muy parecido al que se escucha desde afuera de los clubes nocturnos
de las inmediaciones de la avenida Paulista.
El sonido
grave tipo rave le trajo tranquilidad. Sonrió
y pensó: “Este debe ser el paraíso gay, un eterno baile al compás de la música
electrónica. ¡Nada mal!”.
La luz al fin del túnel cambiaba de
tonalidades en destellos azules, fucsias y rojos que se alternaban como las
luces láser de las boites. “¡Que bueno!” ella se dijo para si misma, y caminó
más rápidamente para entrar sin demoras a la fiesta, mientras oía los gritos
que le recordaban la alegría de las pistas de danza. Se sintió animada y pensó:
“¡Que rebueno! ¡Si supiese que era así habría hecho algo para venir antes!”. Sintió
el mismo entusiasmo que sentía todas las veces que iba a los clubes nocturnos a
divertirse.
A medida
que avanzaba, el volumen del sonido grave era más intenso y las luces más
brillantes.
De pronto
apareció una silueta. Era un hombre vestido
de traje negro, parado al final de túnel.
“Debe ser el portero” pensó
recordando aquellos porteros que parados en las puertas de las boates,
seleccionan el público que quiere entrar en el lugar de moda.
Ella nunca
fue impedida en los clubes nocturnos. Iba vestida a la
moda, con escote exagerado, minifalda, maquillada y con sus cabellos muy bien
arreglados. El visual de modelo sexy siempre le aseguraba la entrada a los
mejores clubes nocturnos de la ciudad. ¡Como sería impedida ahora de entrar en
la gran fiesta eterna! - pensó y se dijo: “¡Yo me lo merezco!” tomando coraje
para enfrentar al portero.
Y no fue
impedida de entrar.
Enseguida que se aproximó del
portero, vinieron otros tres guardianes vestidos de negro, y los cuatro la
agarraron por los brazos y las piernas suspendiéndola en el aire. Ella no
consiguió soltarse de ellos y inmediatamente notó que algo estaba mal.
El portero
principal, dejándola prendida por los otros tres, tomó un tablet y tecleó algo
en la pantalla, que iluminaba sutilmente so rostro, revelando a ella que no
tenia un rostro humano.
“Veamos tu prontuario muñeca” - él
dijo mientras ella desesperada trataba en vano de soltarse.
Ella gritó
muy iracunda: ”¡Yo se porque estoy aquí, monstruo asqueroso! ¡Yo
estoy aquí porque soy lesbiana y Dios odia a los gays!”.
El guardián
siguió leyendo la pantalla del tablet sin inmutarse. Los
ojos brillaban en aquel rostro inhumano mientras leyó la sentencia: “No es lo
que está escrito aquí. Su conducta sexual no consta en los autos como causa
principal, ni siquiera aparece en las primeras líneas...tal vez los anexos
digan algo...pero yo no tengo tiempo ni paciencia para leer su biografía. Según
está escrito, usted está qui porque odia a Dios, porque ignoró el llamado
divino, porque siempre creyó que la voz del Espíritu Santo era invención de su
imaginación...¿A ver que más?...porque creyó que los impulsos al
arrepentimiento eran un residuo de la educación represiva...¿Que más?...Ah si,
que usted odiaba orar y alabar a Dios, algo que haría en el Paraíso por la
eternidad. Dios dijo que no iba a obligarla a hacer algo que usted nunca quiso
hacer voluntariamente. Los crímenes son de menor importancia...muñeca, entraste
en un problemón ignorando al único que te podía librar, ahora es tarde.” - y
ordenó a los tres guardianes en alta voz: “¡Al horno con ella!” - volteándose,
el guardián mayor desapareció andando entre las sombras con el tablet debajo
del brazo.
Como en el
juego de lanzar a alguien a la piscina, los guardianes riéndose a las
carcajadas la balancearon y la arrojaron lejos en dirección al centro de aquel
inmenso lugar.
Ella voló y
mientras caía, gritaba a los alaridos, perdiéndose en el sonido ensordecedor de
aquel lugar espantoso.
El sonido
grave no era de música electrónica, como parecía, sino que era el sonido de los
corazones múltiples de unos gusanos gigantes que nunca se mueren, entrelazados
en una multitud de cuerpos humanos lanzados en aquella sopa macabra de gusanos
y gente.
Las luces
psicodélicas provenían de las llamas que flameaban debajo de los gusanos, las
chispas y fogonazos salían de los cuerpos que reventaban e inexplicablemente
continuaban vivos, en un fuego que nunca se extinguía.
Los cuatro
guardianes vestidos de negro eran ángeles caídos, demonios, los que ella
siempre negó que existiesen durante su vida mortal. Ahora
era muy tarde.
En la
superficie de la Tierra, las iglesias cerraban sus puertas por falta de
creyentes.
Los congresos de las naciones
festejaban las nuevas leyes que sumergían a la humanidad en una era de
confusión sin precedentes en la historia.
El Cielo
lloró por una alma perdida. Dios tenía planes mucho
mejores para ella.
Jesucristo
dijo:
“Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos
pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino
al cuello, y se le arrojase al mar. Y si tu mano te es ocasión de caer, córtala; mejor
te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego
que nunca será apagado; donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga. Y si tu pie te es ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la
vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que nunca
será apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y
si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar al reino de Dios
con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno, donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados
con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; pero si la
sal pierde su sabor, ¿con qué será sazonada? Tened sal en vosotros mismos, y
tened paz los unos con los otros.“ Marcos 9:42-50.
(Este
cuento es ficción. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia,
Los hechos relatados no sucedieron en la vida real, siendo apenas una expresión
literaria)
Fuente:
Un
Argentino en Iowa
Divulgación: Julio Severo en español: www.julioseveroenespanol.blogspot.com
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