Monday, May 24, 2010

La locura de la planificación del hombre

La locura de la planificación del hombre

Julio Severo
Las modernas familias cristianas suelen tener dos hijos. No es raro ver mujeres solteras con tres o cuatro hijos engendrados por diferentes hombres. Hombres solteros con hijos procreados por distintas mujeres se han hecho una creciente realidad moderna. Esto es el alarmante legado de la planificación familiar.
La predicación de la planificación familiar, iniciada por la practicante de la teosofía la lesbiana Annie Besant  en  la Inglaterra predominantemente protestante del siglo XIX, alcanzó su objetivo: Inglaterra hoy en día es mucho, mucho menos cristiana, y los hombres y las mujeres son mucho menos propensos a casarse. De los que se casan la norma es de tener dos hijos a lo sumo.
Margaret Sanger, la criadora del término “control de la natalidad” a principios del siglo XX, ya decía que el control de la natalidad eventualmente destruiría el cristianismo. Viendo el ejemplo de Inglaterra, nadie duda de Sanger, la fundadora de la Federación Internacional de Planificación Familiar, que actualmente es la mayor organización pro aborto y pro planificación familiar en el mundo.
Al igual que en Inglaterra, la fiebre de la planificación familiar, impulsada por líderes de la Nueva Era, se extendió como fuego en todos los países protestantes. Luego vinieron las ideas de purificación racial y control de la natalidad en el mismo camino. Los nazis alemanes y los comunistas soviéticos se beneficiaron mucho de estas ideas.
Si el objetivo del programa de control de la población era adoctrinar a las familias a tener dos hijos, el éxito fue total, al menos en Europa y USA. Mas en el camino se dio un cuadro sombrío.
Con la separación entre “sexo” y “procreación”, llegó el desprecio por el matrimonio. Con el desprecio por el matrimonio, vino la libertad sexual, donde un hombre mantiene relaciones sexuales con muchas parejas, sin ninguna responsabilidad conyugal. El resultado, como hemos visto, son muchos y cada vez más casos de mujeres solteras que tienen varios hijos con diferentes hombres. Y casos igualmente extraños de hombres que, como  pervertidos picaflores polinizando al azar, van por la vida embarazando mujer tras mujer.
Conocí a un hombre que, cuando joven y sin Dios, vivió sin preocuparse por el matrimonio, ocupándose solamente de los placeres, lo que le valió ocho hijos con ocho mujeres diferentes. Ya viejo, se vuelve a Dios y llega a ser un pastor.
Pero hay casos de hombres mucho más jóvenes, que también pueden presumir de tener ocho o más hijos con distintas mujeres. Son niños con varios hermanos que nunca tendrán el amor de un padre normal, mientras sus padres siguen sus insanas cruzadas para embarazar nuevas mujeres.
Al final, una gran multitud de hijos ilegítimos de distintos padres y madres, es abortada o recibe permiso para nacer. Y las estadísticas para los niños nacidos fuera del matrimonio y de la familia natural no son agradables: 70% de los delincuentes provienen de estas relaciones irresponsables.
En tiempos pasados, se necesitaba toda una vida para que un hombre depravado embarazase a varias mujeres. Hoy, con el sexo fácil y gratuito, los hombres jóvenes pueden fecundar a una variedad de mujeres en menos tiempo, y el resultado es siempre más abortos o hijos ilegítimos.
En lugar de corregir el problema dándole relevancia a la familia natural y estableciendo sanciones para los comportamientos irresponsables, los ingenieros sociales prefieren redefinir la familia, eliminando el sentido original de “padre y madre casados con hijos procreados por ellos” en beneficio de cualquier grupo distorsionado contrario al matrimonio, compuesto por:
Hombre y mujer que viven juntos sin casarse, criando hijos de relaciones anteriores.
Hombre divorciado con mujer divorciada criando hijos de matrimonios anteriores.
Hombre con hombre criando hijos de otros.
Estos grupos deformes, que son extremadamente problemáticos, son vistos como “familia” en culturas enfermas, y por lo tanto, no es de extrañar que los gobiernos digan que la “familia” está teniendo “problemas”. Probablemente, de forma deliberada, los gobiernos están dispuestos a clasificar a los grupos deformes como “familia” a fin de tener plenos poderes y pretextos para interferir, mutilar, traumatizar, perjudicar, dañar, desfigurar y destruir el poder de la familia natural.
En lugar de promover el crecimiento de la familia natural, gobiernos malintencionados y oportunistas promueven el crecimiento de grupos deformes realzando su valorización como “familia”. En lugar de destacar el aumento de bebés nacidos en familias naturales, los gobiernos irresponsables, con su doctrina de control de la natalidad, terminan por promover una explosión de abortos y nacimientos ilegítimos.
La doctrina de la planificación familiar logró reducir drásticamente el número de matrimonios en los países occidentales. También ha logrado reducir de manera contundente el número de hijos en los matrimonios formales que hoy están disminuyendo. Y en el proceso provocó el descontrol en las relaciones sexuales y una procreación desenfrenada de hombres y mujeres que no quieren nada con el matrimonio.
La doctrina del control de la natalidad, que está provocando la disminución de los matrimonios y familias, ha llevado a una explosión sin precedentes de hijos sin padres y sin familia. Mientras disminuye el número de matrimonios, el número de hijos ilegítimos crece sin parar.
El acceso generalizado al aborto legal en los países occidentales ha logrado, hasta ahora, adornar la enormidad de sus problemas demográficos, ya que muchas mujeres que deberían contar con ocho o más hijos de diferentes padres están solterísimas y sin hijos, prosiguiendo  “normalmente” con sus carreras y vida sexual activa. El precio de la libertad sexual es un inmenso derramamiento de sangre imposible de medir.
Al hombre que no desee embarazar mujer tras mujer, solo le resta la opción del sexo anal u homosexual y convertirse en otra pieza en el esquema del control de la natalidad para destruir el matrimonio entre un hombre y una mujer, sumándose a las muchas demandas de los gays, es decir, la deformación de la familia natural.
El sexo, cualquier sexo, se promueve hoy día, siempre que mutile, traumatice, demuela, dañe, desfigure o hasta destruya los niños, los valores, el cristianismo, el matrimonio y la familia. No es de extrañar que la Federación Internacional de Planificación Familiar esté empeñada en promover el aborto, la homosexualidad, el feminismo y la educación sexual en las escuelas.
Las consecuencias ya están ahí. Y en las próximas décadas, más consecuencias vendrán. Debido al número reducido de niños, Europa se encuentra en el proceso de dominación de las grandes familias musulmanas. Pero las preguntas más apremiantes de los líderes europeos en los próximos años son: con una población de trabajadores jóvenes cada vez más reducida, ¿cómo mantener el sistema de bienestar y seguridad social? ¿Qué hacer con la enorme cantidad de personas mayores que no cesa de crecer? Holanda, que una vez fuera una nación protestante fuerte, ya ha dado la respuesta oficial: eutanasia.
Holanda, religiosamente fiel a la doctrina de control de la natalidad, ha sido pionera en el matrimonio homosexual, la adopción de niños por parejas homosexuales, la aceptación legal de la marihuana y otras drogas, etc. Además de la eutanasia, Holanda ha tratado de exportar el aborto a otros países por medio  de su infame barco del aborto. Y por el bien de la diversidad y demoniocracia, Holanda ostenta el deshonor de tener el primer partido de pedófilos en el mundo, compuesto en gran parte por pedófilos homosexuales.
Holanda y otros países modernos reflejan muy bien el cumplimiento del deseo de Margaret Sanger: El control de la natalidad destruye las iglesias cristianas y su influencia en la sociedad.
Este es el precio de aceptar la planificación del hombre. Este es el precio del rechazo a la planificación de Dios.
Casarse y tener varios hijos dentro del matrimonio es una locura, dicen los locos de este mundo. Pero esta es la “locura” de la planificación de Dios, donde Dios denomina “bendiciones” a los hijos y su aumento en las familias. No casarse y llenar la tierra con la sangre de los niños abortados o llenarla con niños traumatizados sin padre, sin familia y sin dirección moral: esta es la locura de la planificación del hombre sin Dios. Este es el legado de la planificación familiar.
Traducido de portugués para español por Maria Valarini
Versión en portugués: A loucura do planejamento do homem
Versión en inglés: The folly of man’s planning

Monday, May 10, 2010

Cultura anticonceptiva quita el poder económico de las mujeres

Cultura anticonceptiva quita el poder económico de las mujeres

Kathleen Gilbert
14 de abril de 2010 (Pro-Familia Noticias) — La revolución anticonceptiva ha, contrario a su imagen, quitado las riquezas y el poder de las mujeres y es en realidad “profundamente sexista”, según el análisis de un economista.
En el artículo titulado “Bitter Pill” (píldora amarga) y que aparece en la última edición de la revista First Things, el economista Timothy Reichert afirma que se puede argumentar eficazmente contra la anticoncepción “mediante el lenguaje de la ciencia social, que es el idioma de la cultura dominante”. En lugar de formular el debate como “un argumento de fe y de religión hablando sobre temas que van más allá de la esfera de la una y de la otra,” aquellos que se oponen a la contracepción pueden debatir objetivamente sobre los daños que causa la anticoncepción a la sociedad.
Según Reichert, una importante fuente del problema es que la anticoncepción separa el “mercado” tradicional del matrimonio en dos mercados distintos: un mercado para el matrimonio, y un mercado para el sexo libre, creado gracias a la significativa reducción de los costos del sexo desconectado del embarazo. Pero, aunque esta situación no sea intrínsecamente mala desde una perspectiva económica, sí hay “desequilibrios” en los dos mercados, y entonces “el ‘precio’ del matrimonio o del sexo se inclina a favor del hombre o de la mujer”.
Mientras que en el pasado, dice él, “el mercado del matrimonio era, por definición, integrado por un número igual de hombres y mujeres, no hay garantía de que tan pronto sea separado en dos mercados, los hombres y las mujeres se ajustarán al mercado del sexo y del matrimonio de tal manera que números aproximadamente iguales de cada sexo ocuparán cada mercado”. 
En última instancia, Reichert argumenta, las mujeres acaban entrando en el mercado del matrimonio en mayor número que los hombres, debido a su interés natural de criar hijos en un hogar estable. Mientras tanto, el economista observa que los hombres que pueden reproducirse mucho más tarde en la vida que las mujeres y que se ven obligados por la naturaleza a invertir mucho menos en el proceso del embarazo, encuentran mucho menos incentivo para cambiarse de un mercado al otro.
"El resultado es fácil de verse,” afirma Reichert. Aunque las mujeres cuentan con  poder de negociación en el mercado sexual como la “mercancía escasa”, escribe, “el panorama es muy diferente una vez que las mismas mujeres hacen el cambio para el mercado matrimonial”: “La relativa escasez de hombres casaderos significa que la competencia entre mujeres por hombres casaderos es más feroz que la competencia que las mujeres de anteriores generaciones enfrentaban. Con el tiempo, esto significa que los ‘acuerdos que ellas cierran’ acaban siendo peores para ellas y mejores para los hombres”.
El matrimonio como una institución, escribe, consecuentemente perdió su carácter contractual de promover el bienestar de las mujeres y sus hijos, convirtiéndose en su lugar, en algo “más frágil similar a un trueque en el mercado de compra-venta al contado”. El resultado es que “los hombres se quedan más y más con las ‘ganancias del negocio’ que el matrimonio crea, y las mujeres se quedan con cada vez menos.”
Reichert enumera algunos efectos secundarios adversos y perjudiciales de esa redistribución, incluyendo las altas tasas de divorcio, un mercado de vivienda impulsado por el marido y la mujer que trabajan fuera, una infidelidad más fácil y una mayor demanda de aborto.
Con respecto al aumento del aborto, Reichert dice que las mujeres que han invertido en una carrera futura, de manera previsible, “necesitarán recurrir al aborto” si la anticoncepción falla.
“El costo actual de un embarazo no deseado no es un matrimonio forzado”, escribe. “En cambio, el costo es la pérdida de enormes inversiones en el capital humano orientado hacia la participación en el mercado de trabajo durante las primeras etapas de la vida de los bebés. Esto aumenta la demanda de abortos (que impiden la pérdida de ese capital humano)”.
El impacto sobre los niños, argumenta él, inevitablemente refleja el impacto en sus madres: “Considerando que el bienestar de las mujeres en gran parte determina el bienestar de los niños, esta redistribución ha sido en parte ‘financiada’ por una pérdida del bienestar de los niños”, escribe el economista. “En otras palabras, cuanto peor sea la situación de las mujeres, peor será la situación de los hijos mantenidos por ellas. Concluyendo, las mujeres y los niños son los grandes perdedores en la sociedad anticonceptiva”.
Reichert concluye que la redistribución del bienestar efectuado por la anticoncepción es “profunda — y alarmante”.
“Las sociedades se estructuran alrededor de muchos objetivos, pero uno de sus principales razones de ser es la de proteger a los débiles”, escribe él. “Esto significa los adultos mayores, el embarazo y las mujeres que crían hijos. La anticoncepción socava esta obligación fundamental, y al hacerlo, socava la legitimidad del contrato social”.
“Cuando la estructura social de una sociedad es orientada a transferir el bienestar de los débiles para los fuertes, y no al revés, no podrá sobrevivir a largo plazo”.
Traducido de portugués para español por Maria Valarini
Versión en portugués de este artículo: A cultura contraceptiva tira o poder econômico das mulheres