Monday, June 27, 2011

Prensa secular brasileña finalmente está comenzando a hablar algunas verdades sobre las estadísticas de gays asesinados

Prensa secular brasileña finalmente está comenzando a hablar algunas verdades sobre las estadísticas de gays asesinados

Nota Julio Severo: El Blog do ​​Noblat, perteneciente al diario O Globo, dijo hoy lo que hemos estado diciendo durante años sobre las estadísticas referentes a asesinato y crímenes contra los homosexuales. No está diciendo todo lo que necesita ser dicho, pero contiene informaciones importantes a pesar de las limitaciones.

Alrededor de la causa gay

Periodista Ruy Fabiano
Toda campaña a favor de la causa gay, y que se dirige a la aprobación del proyecto de ley 122, pendiente en el Senado, forma parte de una  misma premisa: habría en Brasil un brote de homofobia – es decir, hostilidad y amenaza física hacia los gays.
La premisa no se sostiene estadísticamente. Los números en comparación con los casos de homicidios generales en el país –¡alrededor de 50 000 al año! – son irrelevantes.
Según el Grupo Gay de Bahía, de 1980 a 2009, se documentaron 3,196 asesinatos de homosexuales en Brasil, un promedio de 110 por año.
Más: no se sabe si estas personas fueron asesinadas por esta razón específica o si el crimen tuvo lugar entre ellos, por causas pasionales, o por las causas generales que violentan a los otros 49 mil de tantos infelices, víctimas del brote de inseguridad que socava hace décadas el país.
Si la lógica fuera la de los números, entonces lo que hay es lo contrario: un brote de “heterofobia”, ya que casi todos los asesinatos se llevan a cabo en contra de personas de conducta heterosexual.
Lo que se encuentra es que hay dos cosas diferentes en el orden del día, que se confunden a propósito y generan toda la confusión que envuelve el tema.
Una cosa es el movimiento gay que busca crear un espacio político con sus ONGs y fondos públicos ocupando áreas de influencia con el propósito de obtener estatuto propio (leyes)  como si la elección de la conducta sexual representara una categoría social.
Otra, es el homosexualismo propiamente dicho, que no añade ni elimina los derechos de ciudadanía de nadie.
Si alguien es atacado o amenazado, ya hay una legislación específica para tratar el tema, independientemente de las razones alegadas por el agresor. Por lo tanto, no sería necesario crear una legislación propia.
Comparar esta cuestión con el racismo, como se ha hecho, es absolutamente inadecuado. No se escoge la raza que se tiene y verse privado de algún derecho por esta razón, o ser previamente clasificado en una categoría humana inferior es una barbarie.
No es lo que sucede con el homosexualismo. Los comportamientos sexuales de hecho pueden estar sujetos a la evaluación de orden moral y existencial, tarea inherente, por ejemplo (pero no sólo) a las religiones.
Ellas –y los que quieran que las sigan– evalúan, desde que existen, no sólo conductas sexuales (igual incluido aquí los heterosexuales), pero varios otros, que entrañan cuestiones como la usura, intemperancia, promiscuidad, infidelidad, deshonestidad, etc.
No es un derecho sólo de ellas  de continuar su predicación en torno a la conducta moral del ser humano mas de todos los que, aun los agnósticos, se ocupan del tema que es también filosófico, político y existencial.
Así como el individuo, dentro de su libre albedrío, tiene la libertad de opciones de conducta íntima, también existe el derecho de que esta práctica sea evaluada a la luz de otros valores, sin tener en cuenta un crimen o la discriminación. La filosofía hace eso desde hace milenios.
Crimen sería incitar la violencia contra aquellos que son objeto de esta crítica. Y que no existe como un fenómeno social en Brasil. Nadie pone en duda el derecho legal del homosexual de ejercer su opción. La ley le garantiza este derecho, que es ampliamente ejercido.
Lo que es no posible es pretender darle la dimensión que no tiene: de portador de derechos  diferenciados, delirio que llega al extremo de contemplar la creación de cuotas en las empresas, universidades y partidos políticos para quienes han optado por este estilo  de vida.
Hasta la nomenclatura que se intenta establecer es falsa. La unión de dos homosexuales no instituye una familia, entendida ésta como una unidad social establecida para generar descendencia y asegurar la continuidad de la vida humana en el planeta.
El matrimonio es una institución destinada a organizar socialmente por ley con compromisos recíprocos, la generación y educación de los hijos.
¿Cómo aplicarlo a otro tipo de unión que no permite lo que es la esencia del matrimonio? Que se busque otro nombre, no sólo para evitar confusiones conceptuales, sino que se le permita establecer una ley que garantice derechos y establezca obligaciones específicas a las partes.
Hace unos días, en un artículo publicado en la Folha de São Paul, un líder de una de las muchas ONGs gays del país llegó a afirmar que la heterosexualidad no surge de la naturaleza, mas del mero (y por lo que entendí, nefasto) condicionamiento cultural, que iniciaría con el niño en el vientre materno.
Se le olvidó observar que para que haya un niño en el vientre materno se hizo necesaria una relación heterosexual, sin la cual ni mismo él, que escribía el artículo, existiría.
Por lo tanto, la defensa de un derecho que no está siendo cuestionado –la elección de la homosexualidad–  alcanzó el paroxismo de cuestionar la normalidad (y el propio mérito moral) de la relación heterosexual, origen único e insustituible de la vida. No hay duda de que está en escena un capítulo psicótico de la historia.
Fuente: Blog Noblat
Divulgación: www.juliosevero.com
Traducción del portugués al español por María Valarini
Divulgación: Blog de Julio Severo en español:
www.julioseveroenespanol.blogspot.com

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