Creencia versus Convicción
Maria Valarini
Somos creyentes cristianos, decimos que la Biblia es nuestra norma de fe y conducta; pero, ¿verdaderamente creemos en lo que decimos?
En la época de la iglesia neotestamentaria cuando los discípulos decían “creo”, lo hacían con una genuina y profunda convicción. Tan fuerte era el creer y la convicción en lo creído que no dudaron en ofrecer sus vidas en defensa de su fe.
Ha pasado muchos años desde entonces, ¿y como estamos o somos los creyentes de siglo XXI? ¿Realmente creemos en lo que decimos creer? ¿O simplemente experimentamos un “creer” intelectual, que no altera en nada nuestro comportamiento y conducta del día a día?
¿En el creyente del siglo XXI, el creer va a la par con la convicción? No lo creo; decimos que creemos, pero es un mero asentir mental que no logra permear nuestras fluctuantes convicciones.
En la iglesia, en el entorno cristiano hacemos ver (a nuestros propios ojos y a los demás) que estamos convencidos de la necesidad de vivir según los principios bíblicos, pero en otros ambientes seguimos (algunos, otros ni eso) afirmando que creemos, pero nuestras acciones desdicen las palabras — que en ocasiones — salen de nuestras bocas.
El Señor Jesús lo dijo muy claramente: “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:33). Seamos sabios y entendamos que en el mundo de hoy, aun cuando los diccionarios de la lengua española casi le dan el mismo significado para ambas palabras — creencia y convicción — en la práctica tal similitud no existe.
Creyentes que defienden que la vida es sagrada apoyan el aborto y la eutanasia. Creencia si, convicción no. Creyentes que afirman que la Biblia es la Palabra de Dios, aceptan el homosexualismo como una alternativa de preferencia individual. Creencia si, convicción no. Creyentes que declaran creer en la indisolubilidad del matrimonio y en la fidelidad mutua, se divorcian y son infieles. Creencia si, convicción no.
Cuanto más se acerca el final de los tiempos y por ende, la venida del Señor Jesucristo, urge que nosotros, su Iglesia, volvamos a las sendas antiguas de la coherencia, donde creencia y convicción eran una y la misma cosa.
No nos auto engañemos: Dios no puede ser burlado, de lo que sembremos, de ello cosecharemos.
Que nuestras creencias estén respaldadas por convicciones profundas, y que nada ni nadie nos las puedan arrebatar, para que al final de la jornada podamos oír: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25: 21).
Fuente: http://julioseveroenespanol.blogspot.com
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