Secuestrando el cerebro: cómo funciona la pornografía
Albert Mohler
2 de febrero 2010 (Notícias Pró-Família) — Estamos convirtiéndonos muy rápidamente en una sociedad pornográfica. En el transcurso de la última década, imágenes sexualmente explícitas se infiltraron lentamente en la publicidad, el mercadeo y prácticamente en cualquier espacio de la vida americana. Este ambiente de pornografía está ahora casi en todas partes, desde el centro comercial al horario estelar de la televisión.
Algunos han calculado que, la producción y venta de pornografía explícita representa en la actualidad la séptima industria más grande de Estados Unidos. Nuevos videos y páginas web se producen cada semana, con la revolución digital trayendo un gran número de nuevos sistemas de distribución. Toda nueva plataforma digital se convierte en una oportunidad de mercadeo para la industria de la pornografía.
Lo que no es sorpresa para nadie, es que la gran mayoría de los consumidores de pornografía son hombres. No es ningún secreto que el comercio de las imágenes visuales, fotos o videos, estimulan a los hombres. Esto no es un ninguna novedad, como lo atestiguan las antiguas formas de pornografía. Lo que es nuevo es el acceso fácil en todas las partes. Hombres y niños de hoy no están mirando imágenes dibujadas en las paredes de las cavernas. Ellos tienen acceso casi instantáneo a innumerables expresiones de pornografía en una gran cantidad de formas.
Y mientras la tecnología ha aportado nuevos medios para la transmisión de la pornografía, el conocimiento moderno también trae una nueva comprensión de cómo funciona la pornografía en el cerebro masculino. Aunque esta investigación no hace nada para reducir la culpabilidad moral de los hombres, los mayores consumidores de pornografía, ayuda a explicar cómo el hábito termina siendo tan adictivo.
Como explica William M. Struthers del Wheaton College, “Los hombres parecen haber sido hechos de tal manera que la pornografía secuestra el funcionamiento adecuado de sus cerebros y tiene efecto a largo plazo en sus pensamientos y vidas”.
Struthers es un psicólogo con formación en neurociencia y en las bases biológicas de la conducta humana. En su libro “Wired for Intimacy: How Pornography Hijacks the Male Brain” (Programado para la intimidad: Como la pornografía secuestra el cerebro del Hombre), Struthers presenta ideas fundamentales de la neurociencia que permiten una larga explicación del por qué la pornografía es una tentación tan grande para la mente masculina.
“La explicación más simple del por qué los hombres miran pornografía (o acuden a prostitutas) es que ellos están buscando intimidad”, explica. El impulso para la intimidad sexual fue dado por Dios y es esencial para los hombres, reconoce Struthers, no obstante, es fácilmente mal orientado. Los hombres son tentados a buscar “un atajo para el placer sexual por medio de la pornografía”, y ahora encuentran que pueden encontrar este atajo con facilidad.
En un mundo caído, la pornografía se convierte en más que una distracción y una distorsión de la intención de Dios para la sexualidad humana. Se vuelve un aditivo veneno.
Struthers, explica:
Mirar pornografía no es una experiencia emocional o fisiológicamente neutral. Es fundamentalmente diferente de ver fotografías en blanco y negro del Lincoln Memorial o mirar un mapa de colores de las provincias de Canadá. Los hombres son cavilosamente atraídos hacia el material pornográfico. Como tal, la pornografía tiene efectos de gran repercusión para estimular a un hombre a la intimidad. No es un estímulo natural. Nos atrae hacia dentro. La pornografía es indirecta y voyerista en su esencia, pero también es algo más. La pornografía es una promesa susurrada. Promete más sexo, mejor sexo, sexo sin fin, sexo tal como lo desee, orgasmos más intensos, experiencias trascendentes.
La pornografía “actúa como una combinación de múltiples drogas”, explica Struthers. Como lo afirmó el Dr. Patrick Carnes, la pornografía es “una relación patológica con la experiencia de los cambios de humor”. El aburrimiento y la curiosidad llevan a muchos niños y hombres a experiencias que se vuelven más adictivas de lo que quisiéramos admitir.
¿Por qué los hombres en lugar de las mujeres? Como explica Struthers, el cerebro de la mujer y el del hombre son diferentes. “El cerebro de un hombre es un mosaico sexual influenciado por los niveles de hormonas en el útero y en la pubertad, y moldeado por su experiencia psicológica”. Con el tiempo, la exposición a la pornografía lleva un hombre o un niño más intensamente a “una autopista neurológica, donde la vida mental del individuo queda limitada a un exceso de sexo. Esta autopista cuenta con muchas entradas, pero muy pocas salidas”.
La pornografía es “visualmente magnética” para el cerebro masculino. Struthers presenta un examen fascinante de la neurología involucrada, con las hormonas del placer conectadas y liberadas por la experiencia de un hombre mirando imágenes pornográficas. Estas experiencias con la pornografía y hormonas del placer crean nuevos patrones en la programación del cerebro, y experiencias repetidas fijan la programación.
Y luego, nunca se acaba. “Si tomo la misma dosis de una droga repetidas veces y mi organismo comienza a tolerarla, necesitaré ingerir una mayor dosis de la droga a fin de que produzca el mismo efecto obtenido con una dosis más baja en la primera vez”, nos recuerda Struthers. Por lo tanto, la experiencia de ver pornografía y practicarla crea una necesidad en el cerebro de más y más, sólo para alcanzar el mismo nivel de placer en el cerebro.
Mientras que los hombres son estimulados por las imágenes sexuales del ambiente que les rodea, la pornografía explícita aumenta el efecto. Struthers lo compara con la diferencia entre el televisor tradicional y las nuevas tecnologías de alta definición. Todo es más claro, más explícito y más emocionante.
Struthers, lo explica con fuerza y persuasión:
Algo en la pornografía influencia y arrastra el alma masculina. La influencia es fácil de identificar. La forma de la mujer desnuda puede ser cautivante. La disposición de una mujer en participar del acto sexual y su desnudez, es atractivo para los hombres. La conciencia de su propia sexualidad, el deseo de saber, de experimentar algo tan bueno, nace en lo más profundo del interior del sujeto. Una imagen empieza a hacerse más grande en importancia cuanto más se la mira, ganando fuerza máxima y puede llegar a un punto en que nos sentimos como si estuviéramos en un camión sin frenos bajando por una montaña.
“Wired for Intimacy” es un libro oportuno e importante. Struthers ofrece perspectivas profundas y estratégicas de la neurobiología y la psicología. Pero lo que hace este libro realmente útil es el hecho de que Struthers no abandona su argumento a favor de la neurología, ni utiliza la categoría de adicción para suavizar el pecado de la pornografía.
Los pecadores naturalmente buscan una manera de ocultar su pecado, y la causa biológica es a menudo citada como un medio de evitar la responsabilidad moral. Struthers no lo permite, y su perspectiva de la pornografía cuenta con base bíblica y teológica. Él hace responsable del pecado de ver pornografía a aquellos que voluntariamente se convierten en consumidores de imágenes explícitas. Él conoce su público — después de todo, sus clases están repletas de estudiantes del sexo masculino. El adicto es responsable de su adicción.
Al mismo tiempo, cualquier entendimiento de cómo el pecado opera es una ayuda para nosotros, y comprender cómo funciona la pornografía en la mente masculina es un conocimiento de gran alcance. La pornografía es un pecado que le roba a Dios su gloria en el regalo del sexo y sexualidad. Hace mucho que sabemos que el pecado esclaviza. Conocemos ahora otra dimensión de cómo este pecado secuestra el cerebro masculino. El conocimiento, como se dice, es poder.
Traducido de inglés para portugués por Julio Severo
Traducido de portugués para español por Maria Valarini
Fuente en español: http://julioseveroenespanol.blogspot.com
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